MI EXPERIENCIA CON LA HISTORIA AMBIENTAL: UN CAMINO DE ENCUENTROS
Casi todos los historiadores recordamos el momento de encuentro con nuestra especialidad investigativa teñido con cierto romanticismo. Un oyente anónimo al escucharnos podría pensar que estamos narrando un momento idílico; no estaría del todo equivocado. Para entregar un cuajo tan importante de la vida se requiere algo más que la razón. En el caso de la historia ambiental esa entrega comprende también un acto de fe respecto a que un mundo diferente es posible.
Al involucrarnos en esta rama de estudios asumimos un compromiso voluntario. Aceptamos a sabiendas el sufrimiento que conlleva trabajar con lenguajes ajenos a las ciencias sociales y la batalla sin fin para dominar el manejo de herramientas pertenecientes a otras disciplinas. Abandonamos frecuentemente la biblioteca y los documentos para salir a campo abierto, en pos de residuos contaminados, basureros, cultivos y claro gente, siempre gente, todo tipo de gente. ¿Cómo y por qué llegamos a esa decisión? En mi experiencia personal el vínculo con la Historia Ambiental se fue tejiendo poco a poco, a través de un viaje de exploración tanto de la disciplina como de definición intelectual propia. En otras palabras me vinculé con la historia ambiental a través de una serie de “encuentros”.
Pertenezco a la generación aquella que creció descubriendo que el planeta era finito. El Club de Roma, Rachel Carson, Archie Carr y sus tortugas, todos fueron presencias poderosas en mi primera juventud. Después por unos años fui mamá. Regresé a la Universidad de Costa Rica a finales de la década de 1980 cuando Latinoamérica experimentaba los embates de la crisis económica y la implementación del modelo neoliberal.
En esos años, leí casi por azar un capítulo de Antonio Di Lisio titulado “Un escenario “siglo XXI” para el ambiente del Caribe” en el volumen editado por Andrés Serbin El Caribe hacia el 2000, publicado por el ILDIS y Nueva Sociedad. Ese fue mi “primer encuentro” con las potencialidades de la historia ambiental. Conservo ese librito que materializaba una larga añoranza: el estudio de personas y ambientes en perspectiva histórica.
Compartí el capítulo con Ronny Viales que venía llegando de España y fue él quien primero me informó que aquello pertenecía a una naciente rama de estudios que se estaba llamando “Historia Ambiental”. Generosamente me facilitó su bibliografía traída de Barcelona, donde había asistido a un curso sobre el tema. De esta manera entré en contacto con los escritos de J. Martínez Alier, D. Worster, G. Castro, J. O Connor, C. Sauer y otros pioneros del campo.
Tuve la dicha de conocer a Guillermo Castro y apreciar su mística y compromiso con el ambiente en un curso que impartió en la Universidad de Costa Rica. A través de él supe de Nicolo Giglo y Jorge Morello y sus Notas para una historia ecológica de América Latina. Posteriormente entré en contacto también con Estilos de desarrollo y medio ambiente en América Latina de la CEPAL, ambas obras medulares para nuestra región.
Internet daba apenas sus primeros pasos, por lo que rebuscaba en las librerías tratando de definir los perfiles de la nueva disciplina. Colegas de otras áreas e historiadores empezamos a coincidir en grupos informales de investigación. En este período nuestras discusiones se centraban en tratar de definir qué era la historia ambiental. Dentro de ese espíritu hice lo que podría ser mi primer trabajo sobre el tema: la recopilación de una base de datos con todas las obras sobre Centroamérica vinculadas con la temática de las relaciones sociedad-naturaleza.
En la Universidad de Costa Rica desde muy temprano los recién involucrados en lo histórico ambiental tuvimos un acercamiento con los geofísicos. Así participamos en el 2004 en una mesa conjunta en el Congreso Centroamericano de Historia en Honduras. Las ponencias trataban sobre temblores, clima, semillas, cultivos y ciencia en la colonia, por lo que se nos llamó “la mesa de los locos”! De una u otra manera la singular alianza entre el Centro de Investigaciones Geofísicas y el Centro de Investigaciones Históricas sobrevivió y se ha mantenido.
Las primeras investigaciones histórico ambientales en las que me involucré, las hice desde el enfoque de la Ecología Histórica influida fuertemente por el australiano Tim Flannery y su libro The Future Eaters. Abordaba el cultivo del banano contemplando sus orígenes y posterior desarrollo en Costa Rica. De esos años puedo afirmar que tres elementos se me esclarecieron con meridiana claridad: el papel medular de la ciencia y la técnica en las situaciones ambientales, el entrelazamiento de los procesos ambientales a lo largo y ancho de la franja intertropical del planeta y el fundamental hecho de que el ambiente es político. Consecuentemente con esto trato de leer lo producido sobre el tema en esas otras regiones como el Sudeste Asiático, India, África y Oceanía.
En la Universidad Nacional de Costa Rica también se había formado otro grupo de investigación, que casi de manera natural transitó desde lo agrario hacia lo ambiental. Las interacciones con la excelencia de este equipo han sido invaluables. Ellos ya acumulaban un bagaje de trabajos de larga data contemplando el agro, lo social y los problemas de degradación ambiental. Su plataforma se basaba en uno de los pilares fundamentales, a mi parecer, de la historia ambiental: el compromiso con la aplicabilidad de la investigación. El enfoque lo han conceptualizado sus miembros como “Historia Aplicada”. Los primeros años del milenio los pasé sumergida en los palmerales del Pacífico costarricense. La hegemonía del paradigma liberal había sido tan contundente y los modelos alternativos tan desvalorizados que me parecía estar frente a un desierto teórico, sin herramientas para interpretar la nuevas realidades rurales. Así volqué los ojos a las luces del dependentismo y releí aquellos autores en clave ambiental. También seguí muy de cerca los planteamientos del neo-dependentismo. Fue un verdadero honor conocer a Osvaldo Sunkel, compartir con él y escuchar sus reflexiones frente a mis inquietudes. ¡Velada inolvidable!
En ese período, de la confluencia del “Nuevo Enfoque Territorial” y la Economía Ecológica empezó a surgir la Ecología Política latinoamericana con un enfoque rural más complejo e integrador. Héctor Alimonda, Enrique Leff, Cristobal Kay contribuyeron fuertemente a su desarrollo. De la mano de esos autores y trabajando en los palmerales y cooperativas, interioricé otra importante lección: la relevancia del papel de las instituciones. Puede que éstas no lo sean todo, pero son muy importantes.
En ese trabajo transdisciplinar que constituye la Historia Ambiental, la disciplina hermana de la Geografía Histórica provee herramientas y utillajes invaluables. Los autores Silvia Meléndez y Michael Williams consideran a ambas escuelas como un solo campo con diferentes énfasis.